Un estudio desmuestra cómo la comida basura y la sobrealimentación influyen de forma directa en los mecanismos cerebrales de recompensa y satisfacción. Es decir, cuanto más y peor comen, más necesitan para satisfacerse.
¿Qué hace tan apetitosa a la comida basura? En primer lugar es obvio que tiene buen sabor, en general nos gusta la comida por su sabor, pero otra de sus características igualmente importante para que nos guste este tipo de comida es su alto contenido energético.
El hecho de saborear la comida aumenta los niveles de dopamina en una región del cerebro llamada nucleus accumbens implicada en el procesamiento de la recompensa, comer nos causa placer y esta respuesta de nuestro cerebro está regulada mediante el neurotransmisor dopamina.
Pero, ¿cuánta comida activa esta recompensa? depende de dónde se sitúe el umbral de sensibilidad del sistema. Hay casos en los que ésta es baja por razones genéticas, se produce menor cantidad del receptor de dopamina D2R que provoca una disminución del efecto de la dopamina en el nucleus accumbens, de modo que se siente menos placer como respuesta a la comida. En estos individuos la activación de este circuito requiere más comida y que ésta sea más calórica, de modo que esta deficiencia genética está asociada con el aumento de peso a largo plazo.
En un reciente artículo publicado en Nature Neuroscience se muestra cómo el acceso a la comida basura y por lo tanto la sobrealimentación embota la sensibilidad del circuito de recompensa en ratas. Estudian ratas a las que se expone a comida basura durante todo el día y que sólo pueden comer pienso. Las ratas que pueden comer mal, lo hacen cada vez que pueden, convirtiendo la comida basura en su principal fuente de calorías, aunque puedan comer su pienso mucho más saludable, eligen la comida basura consiguiendo un importante y esperado sobrepeso y reduciendo su actividad física, mientras sus compañeras que sólo pueden comer pienso se mantienen delgadas y activas. Lo interesante es que las ratas que más comida basura ingieren cambian su estructura cerebral en el nivel molecular, tienen menos receptores D2R, de modo que necesitan comer más para satisfacerse.
Comer comida basura puede incidir en la plasticidad del cerebro, haciendo a los individuos más vulnerables a los comportamientos compulsivos, dado que la menor cantidad de D2R en personas obesas está relacionada con un metabolismo reducido en las áreas corticales prefrontal y orbitofrontal, responsables del control inhibitorio sobre el comportamiento. La obesidad y la adicción a drogas parecen surgir del mismo tipo de respuesta de adaptación de los sistemas de recompensa del cerebro.
Este estudio muestra cómo el sobrepeso y la obesidad pueden ser prevenidos si tenemos presente por un lado que el abuso de la comida basura y por tanto los problemas de salud asociados no están siempre determinados genéticamente; el simple hecho de comer comida basura la hace más irresistible, de modo que cada persona tiene el control de lo que come. Por otro lado debemos eliminar la simplificación de que el sobrepeso y la obesidad son cuestiones de fuerza de voluntad, cuando se está habituado a comer mal se desarrolla una adicción y la fuerza de voluntad por sí sola no basta.
Aurelio Moya García, investigador del Ciberer / Dpto. Biología Molecular y Bioquímica de la UMA.