Sufrir un ataque de pánico durante un suceso traumático aumenta casi por cuatro el riesgo de desarrollar un trastorno psicológico
El estudio, basado en los atentados del 11-M, revela además que experimentar en el mismo acontecimiento episodios de ansiedad, estrés o terror influye directamente en la posibilidad de padecer un desorden psicológico relacionado con el pánico.
Foto de portada: Los resultados mostraron que la prevalencia de personas que sufrieron APP tras los atentados fue de 10,9%. /Autor: INTEF; Licencia: Creative Commons 3.0*
Un acontecimiento traumático puede dejar en muchas ocasiones secuelas de distinta índole para las personas que lo han presenciado o que han sido protagonistas en él de alguna forma. En este sentido, unas de las más frecuentes son las secuelas psicológicas que, en ocasiones, perduran en el tiempo y desembocan, por ejemplo, en episodios de estrés, depresión e incluso en trastornos de pánico.
La Asociación Americana de Psiquiatría caracteriza el ataque de pánico o AP por la aparición repentina e intensa de sentimientos de miedo acompañados de diferentes síntomas físicos y psicológicos, tales como temblores, sensación de ahogo, palpitaciones fuertes, mareo o miedo a perder el control o morir, entre otros. Por otra parte, si los AP se hacen frecuentes y se sigue de cierta inquietud ante la posibilidad de que se repitan, o se experimenta un cambio importante en el día a día de la persona (por ejemplo, evitar diferentes lugares por miedo a tener un AP en ellos), es posible que el sujeto haya desarrollado un trastorno de pánico o TP, con o sin Agorafobia.
Precisamente, el pánico y las causas que pueden provocar el trastorno de pánico centran una investigación que ha visto la luz en la revista Journal of Traumatic Stress y que ha sido llevada a cabo por investigadores de la Universidad de Málaga (UMA), de la Universidad Complutense de Madrid y de la Universidad de Columbia (EE.UU.). En concreto se ha analizado la prevalencia del llamado “ataque de pánico peri-traumático” o APP (aquel que se produce durante o poco después del suceso traumático) y el posible desarrollo de trastorno de pánico en el periodo de los 12 meses siguientes al atentado ocurrido en Madrid en mayo de 2004. “No obstante, pese a que el ataque de pánico está íntimamente relacionado con el trastorno de pánico, en el contexto del terrorismo la contribución de los episodios de pánico posteriores en el desarrollo de un trastorno ha sido escasamente investigada”, señala el doctor José Martín Salguero, del departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico de la UMA.
Para este trabajo científico se han analizado los datos de un estudio realizado a 1.598 madrileños durante los 12 meses posteriores a la tragedia. Los resultados mostraron que la prevalencia de personas que sufrieron APP tras los atentados fue de 10,9%, es decir, que aproximadamente 1 de cada 10 madrileños sufrió síntomas de ataques de pánico en el momento de los ataques o justo después. En el caso del 11-S, por ejemplo, dicha prevalencia se situó en la población neoyorkina entre el 16% y el 23%. Asimismo, otro de los resultados que llamaron la atención de los responsables de la investigación fue que el nivel de exposición a los atentados no se relaciona de forma directa con el TP, sino que la presencia de APP medió en dicha relación. Esto es, las personas que más estuvieron expuestas al atentado desarrollaron más TP solo si sufrieron un AP en el mismo momento del ataque terrorista.
Por otra parte, el trabajo también refleja que no solo el hecho de haber sufrido APP, sino también otras situaciones estresantes previas al suceso, el mayor grado de exposición a los atentados y la reducción del apoyo social en los meses posteriores, entre otras circunstancias, aumenta la probabilidad de desarrollar este tipo de trastorno durante el año siguiente. En esta línea los expertos afirman que los episodios traumáticos no sólo parecen aumentar la posibilidad de sufrir un ataque de pánico, sino que el sufrirlos tras el suceso conecta directamente con la aparición de otros problemas psicológicos. Por ello, los autores abogan por una rápida identificación e intervención en aquellas personas que hayan sufrido un AP en el momento del atentado. “Puede ser de gran ayuda, explica el doctor Salguero, a la hora de prevenir el futuro desarrollo de una depresión, del trastorno de estrés postraumático y del propio trastorno de pánico”.
Cristina M. Wood, José M. Salguero, Antonio Cano-Vindel, y Sandro Galea. ”Perievent Panic Attacks and Panic Disorder after mass trauma: A 12-month longitufinal study”. Journal of Traumatic Stress 26, 1-7. June 2013. Disponible en línea: http://dx.doi.org/10.1002/jts.21810